Bueno, con todos los soportes listos, agarré y marqué su posición en los largueros del chasis tratando de usar todos los agujeros existentes para no tener que taladrar más de la cuenta. Compré varias de las brocas más caras disponibles en la ferretería ya que yo no sé afilarlas y el esmeril del taller estaba malo, y entonces empecé a perforar el alma cerca del ala superior del chasis. Tuve incluso que decapitar un par de remaches para poder posicionar los soportes correctamente.
La fuerza que tuve que aplicar con el taladro fue considerable y, sin darme cuenta, los dedos de la mano se me adormecieron y me quedaron así por varias semanas. El nuevo Bosch se portó estupendamente, y en las fotos se puede apreciar la distribución dispareja de los agujeros en el chasis, sobre todo en la parte de atrás.
Desafortunadamente para el proyecto, pero afortunadamente para mis muñecas y mis dedos, mis vacaciones programadas estaban por expirar y ya había ocupado varios días trabajando en la Merkabah full-time en espera del Montero, así es que apenas el 4x4 estuvo listo dejé la moto allí mismo, a un lado del camión, y fuimos a hacer un par de compras de último minuto. Esa misma noche de viernes partimos en los dos Montero, Eduardo y su familia de siete (cinco niños!), Carmen, una amiga, la perrita Amanda y yo camino a Punta de Choros. Los niños entraban a clases el lunes siguiente así es que era ahora o nunca.
Condujimos durante la noche hasta La Serena donde nos detuvimos brevemente para tomar desayuno, y encontramos en la estación de servicio cinco burritas Austin. Los pequeños precursores de los citycars iban camino a Buenos aires y de ahí a Nueva York, según entendí. Creí que merecían un pequeño tributo y una fotito por el esfuerzo y el espíritu.
Al mediodía teníamos ya arrendado un par de cabañas en Punta de Choros y nos dedicamos a gozar de las playas casi desiertas. En el muelle de pescadores encontramos el legendario Rocky de Memo Ruz, oxidado, reparado y vuelto a oxidar, peor que Tom Matter. También merecía su foto y mis respetos como restaurador amateur.
Tuvimos unos breves pero muy entretenidos días en lote y nos separamos de nuevo en la Serena, desde donde Carmen, Paula, Amanda y yo seguimos camino a Vicuña, donde René Larraguibel y Karen nos esperaban. Como ya sabrán todos, el soñado viaje en Terral por sudamérica se había pospuesto por razones de trabajo de René.