En seguida corté las orejas para los bujes y las perforé hasta donde me dieron las brocas, pero igual tuve que ir a la maestranza de Verardo ya que no tenía ni el taladro ni la broca adecuados.
Una vez estuvieron listas todas las piezas las pinché cuidando de mantener la perpendicularidad y las medidas justas usando el mismo perno del amortiguador y unas guías. Bien, pero había pasado casi toda la semana para poder llegar a este punto.
El sábado por la mañana los gatos tenían cita con el veterinario; Regalo se comportó como la dama que siempre ha sido, pero Jinks estaba furioso, como siempre. Ni entre cinco lograron que tragara sus pildoritas. Eso es tener personalidad, señores. Nos dio la espalda y no nos pescó el resto del día.
Por la tarde pasé al taller a trabajar un poco y soldé seriamente las orejas y los soportes con la MIG y luego les di una buena pulida y terminación. Hubo que hacer un par de ajustes mínimos y al final la prueba con el amortiguador real, la que fue más que satisfactoria. Estaba a pasos de terminar, pero justo me estaba quedando sin gas de soldadura; en la última raya del manómetro andaba la cosa.
Alcancé a pinchar uno de los soportes al yugo y a hacer una prueba de cómo quedaba el amortiguador respecto del pulmón de suspensión y del soporte superior; todo espectacular y tal cómo estaba calculado. Bien. Pero dejé todo botado y me fui a acompañar a mi cuñado donde mi colega de trabajo para hacer una instalación na’que ver con la Merkabah.
La primavera estaba llegando y los arbolitos del campo, incluidos los duraznitos de Carmen, estaban llenándose de flores espectaculares, y Cachito y Amanda seguían, curiosos, los pasos de una yegua preñada en medio de un potrero. No me pude hacer el loco y en la tarde me tocó ir a ordenar el despelote que había dejado en el taller pero no me dio el tiempo como para trabajar.
El lunes siguiente, si bien hubo avances, fue un día extraño. Preparé todo el arsenal para poder soldar los dos soportes de amortiguadores y con calma puse manos a la obra; pero no hubo caso, no pude trabajar contento porque nada me salía a la primera y tuve que repetir varias maniobras hasta que me quedaron más o menos como yo quería. A la hora de soldar no pude agarrar el punto exacto y el pulso preciso, y menos me resultó al soldar hacia arriba la parte inferior de los soportes al yugo. En esas estaba, incomodísimo, cuando empezó a parpadear la pantalla fotosensible de la máscara de soldar. Fue tanto que no pude seguir soldando así que la agarré y partí con ella a la tienda donde la compré, sabiendo que ya estaba sin garantía, solo para ver si sabían qué se podía hacer para arreglarla. Por supuesto, cuando llegué y se la mostré al encargado funcionaba perfectamente. Para salvar la cara aproveché de pedir el nuevo balón de gas para la soldadora MIG, el que me llevarían al taller apenas se me acabara el otro, sin costo, por supuesto… señor.
De vuelta en el taller la máscara no volvió a fallar pero el pulso y la paciencia se pusieron de nuevo a prueba, y no se sacaron un siete esta vez. Los cordones, en consecuencia, no resultaron tan fantásticos así como para sentirme orgulloso, pero al menos la soldadura penetró y los soportes quedaron firmes. El resto lo haría el esmeril angular… si es que lograba meterlo entre el soporte y la tapa interior del tambor de freno.
Terminé a la hora del culo, sin darme cuenta, para variar. Un poco de orden y a tomar una rica once en casa. Después perforaría el larguero del chasis para apernar los soportes superiores, terminaría y pintaría los soportes inferiores y pasaría, por fin, a otra cosa. En esas estaba, fantaseando sobre el futuro inmediato y mirando las fotos cuando, de repente, me di cuenta que las había cagado… de nuevo. Ops.