Eduardo no quería que fuera yo el que arreglara la moto de nuevo, así que fue a la casa y yo lo asistí mientras reparaba la peor parte, sin protestar. Soldó y cubrió los cables requetecontra reforzadamente y yo reparé y limpié el daño que había hecho el fuego a los demás componentes y conectores. Se veía bastante bien al final.
Bueno, y siguiendo con la limpieza de las piezas dejadas al azar por aquí y por allá me di cuenta que, una vez más, estaba tratando de hacer todo al mismo tiempo. Dejé entonces algunas piezas, entre ellas el cardán largo del primer eje y me limité al cardán corto que va de la campana del embrague a la caja de cambios y lo limpié exhaustivamente. Ya estaba imprimado así que ahora era solo cosa de pintarlo. Los pulmones de freno tampoco requerían de imprimado, por fortuna.
Tan pronto pude colgué las piezas del techo en el ático, que era igual a un horno, y las rocié con grandes cantidades de pintura de poliuretano gris. Pinté también las tuberías que estaban ahí colgadas desde hacía meses, pero tuve que lijarlas y limpiarlas bien del óxido nuevo primero. Una lata.
Hacía un calor tremendo. Terminé sudado como caballo y al borde de la sofocación. No hubo ni un solo chorreo de pintura, eso sí.
Como no podría colocar los pulmones de freno hasta que la pintura se endureciera retomé la idea de hacer los soportes para el tanque de diesel. Elegí los que mejor se veían entre el par de juegos rescatados de los camiones a medio morir saltando y trabajé en ellos un par de horas con cincel, espátula, lija y esmeril angular hasta dejarlos en condiciones aceptables para pintarlos.
