A un cierto punto paré de rasquetear óxido y le pedí a Jaime, el vecino, el cargador de baterías y puse a cargar las baterías de ciclo profundo, todas ellas. Hacía seis meses de la última carga y correspondía repetirla. Y sí... estaba cabreado de lijar. Y eso que recién había terminado uno solo de los soportes.
Antes de partir me puse a ver el asunto de los tambores de freno delanteros. Los originales tenían una serie de agujeros que los nuevos no, así es que copié los patrones para luego llevarlos donde Verardo para que los perforaran en la maestranza. No tenía ganas de hacerlo yo mismo esta vez.
Un par de días después llegó el nuevo balde con aceite 80/90. Era de otra marca pero siempre el tope de la línea según Eduardo asi es que no había problema. Empecé a poner a escuadra los soportes junto con los soportes auxiliares para soldarlos y me di cuenta de que tenía que imprimarlos primero porque después quedarían cubiertos unos con otros. Como estaba un poco sensible esos días, comprenderán, usé un antióxido industrial en spray en vez de la paja de preparar imprimante catalizado. Quería avanzar, por la cresta!
A un cierto punto, ambos soportes estuvieron listos, soldados y preparados para la imprimación y la pintura. Se fueron al ático a esperar su turno.
Cuando saqué el tapón del aceite de la caja, oh sorpresa… en vez de aceite salió un lulo pastoso, negro y ligoso que apenas sí pudo pasar el agujero de salida. Tuve que ayudarlo al pobre a salir, en medio de arcadas, con un alambrito. Realmente muy, pero muy poco agradable.
Una vez creí que ya no había más borra que poder extraer de la caja, la llené de aceite fresco y limpio y di por terminado el cuento del aceite. Solo quedaban los cubos reductores delanteros. Bien.
