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Antiguo 13-05-2017, 13:14:17   #1616
pairospam
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Predeterminado Re: Merkabah: de tolva a motorhome

Aprovechando la onda, y la falta de tiempo para poder trabajar tranquilamente en la Merkabah, agarré la WR450 y me la llevé al taller para hacerle el servicio. No tenía muchos kilómetros tampoco pero le limpié, cambié y ajusté todo. Tenía ganas de usarla mucho esta temporada así que la quería en buenas condiciones.



Estaba un poco cabreado por no poder avanzar mucho en el proyecto y para combatir esa sensación no hallé nada mejor que subir al techo a contemplar la puesta de sol durante mi turno. El espectáculo valía la pena pero sin querer me apoyé en un nido de avispas en una cornisa y, furibundas, salieron a protestar por el descuido. Una de ellas me dio un par de aguijonazos muy dolorosos para cerciorarse de que hubiese entendido el mensaje. Por supuesto acusé recibo y las dejé tranquilas y me quedé viendo el sol despedirse entre arreboles, sobándome los brazos, a unos cuantos metros de ellas.



En un rato que tuve libre durante la semana terminé de limpiar el calefactor y reemplacé las tiras de espuma que ya estaban reducidas a su mínima expresión. Luego envolví la cosa en plástico y la dejé por allí encima a esperar a poder instalarla.



Pequeñas cosas, una a la vez, como limpiar los pernos y tuercas del sistema de pivote frontal de la cabina, era lo que podía hacer. Habrían de ser reutilizados, fiel al principio de reciclaje del proyecto. Luego de un par de horas me tuve que ir, para variar.



Como se acercaba el momento de reinstalar la cabina, o por ahí, tomé la caja donde guardaba las piezas del conjunto de bloqueo y suspensión trasera de la cabina desde el principio de los tiempos. Las fierros estaban muy oxidados así que me enconjí de hombros, respiré profundo y me di a la pega de limpiarlos con una sonrisa en la cara.



A los primeros toques del cepillo metalico nubes de polvo de óxido se elevaron al aire del taller, volutas lentas y flojas en la tarde sin viento de San Felipe.



Seguí con el cepillo metálico de pedestal pero el resultado no me convenció mucho. Okay! –dije, resignado. Agarré el esmeril angular, encerrado en su caja hacía un par de meses, lo desarmé por la enésima vez, saqué los gastados carbones y salí a comprar unos nuevos. Volví, los instalé y terminé el trabajo como se debía. Sí… tenía flojera… y qué!


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