A estas alturas la espalda estaba bastante mejor, no como me gusta que esté, pero mejor, así es que invité a Carmen y nos fuimos de paseo hasta el Cristo Redentor en la frontera. Nunca había ido. Había poca nieve pero mucho viento y frío, poca cosa para nuestros intrépidos héroes. Tomamos onces en el hotel Portillo ($$$) contemplando la Laguna del Inca y nos las emprendimos de vuelta justo antes del atardecer. Bonito paseo.
El lunes que siguió, preparé y soldé las piezas de los soportes, esmerándome en la calidad de la soldadura ya que la fuerza que tendrían que aguantar iba a ser harta. Al final, luego de un buen rato, los soportes estuvieron casi listos ya que les faltaban los agujeros para los pernos, pero se me acabó el tiempo y quedó todo hasta ahí.
Esos día llegó la servo válvula nueva, ambas partes ya que se venden por separado (hmm…) y me apresuré a terminar con lo de la bandeja para arreglar el cuento de los frenos. Cuando estuvo apernada, persistía un ángulo entre el eje mayor del chasis y la bandeja, pero habría de quedar así ya que no tenía ganas de modificar los soportes o hacer unos nuevos.
El secador doble quedaba bastante bien en el lugar asignado, y había suficiente espacio para colocar el gobernador también, pero tendría que fabricarle un soporte ad hoc. El viejo Repuesto fue el donante, por supuesto, del pedazo de acero que, luego de algunos dobleces y cortes, fungió de soporte para el flamante gobernador.
