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Gracias por los ánimos; la cueca recién comienza.
Ayer estuve hasta las tantas así que no creo estar muy brillante hoy y los avances serán en la medida que encuentre el tiempo.

Dónde iba? Ah, sí. El famoso camión se encontraba nada menos que en Talca (séptima región, ven?). Concerté una visita con el dueño y el primer fin de semana de junio partimos mi mujer, mi socio/hermano y su mujer y yo a Talca a ver el camioncito.
A primera vista era impresionante, como buen camión tolva, evidentemente chancaqueado y abusado como todos los que habíamos visto. La presentación era, a pesar del poco cariño recibido, digna, por así decirlo. El tapiz estaba (está aún) imposible, el techo roto y con goteras evidentes, un vidrio roto, los asientos malos y otras minucias. Sin embargo, el chasis estaba impecable, y el motor no parecía malo. Todo en él estaba cubierto de una gruesa capa de grasa, tierra, aceite hidráulico y quien sabe qué otro menjurge.
Pero... la revisión técnica estaba al día, los selectores de los diferenciales estaban funcionando. Cuando, con cierta dificultad, el motor se echó a andar, ya no cupo duda de que ése era. Los que han oído un OM 402 entenderán de lo que hablo, a pesar de que el sonido y el humo dejaban ver que necesitaría cirugía mayor.
Eduardo inició las tratativas ya que yo soy un desastre como jugador de poker y reflejo mi entusiasmo (y mi disgusto) con suma claridad. No sin dificultad al final logramos que nos rebajara del precio del camión la tolva y los neumáticos chinos que estaban nuevos ya que no me iban a servir para nada y en el lugar, una maestranza, podían retirarlos sin problemas. Se quedaría con el pistón pero el camión conservaría la bomba hidráulica.
Nos fuimos de vuelta y pasamos a visitar el Curicó de mi infancia, que con el terremoto quedó bastante machucado.
El dueño, en tanto, quedó de arreglar algunas cosas que no funcionaban bien del cambio y en pensar si nos hacía alguna rebaja extra.
Durante la semana esperamos su llamada y al final convinimos en un precio, alto pero razonable. Me puse a dibujar y pensar cómo iba a ser el cuento sin poder parar.
El día viernes partí en bus a Talca a comprar el camión.
Ahorro detalles pero fue un viaje agotador, con horas interminables de bus, de trámites contra el tiempo, de impuestos huevones que no sabía que había que pagar, de lluvia, de cosas pendientes y de dificultades pero, finalmente, salí con el papelito: el camión era mío. Je, je.
A la semana siguiente armamos el viaje para ir a buscarlo. La logística no fue menor ya que había que conseguir neumáticos, llantas ad hoc y un chofer de camiones ya que ninguno de nosotros tiene licencia clase A.
Un amigo dueño de camiones me prestó neumáticos dados de baja y llantas de disco europeas que hubo que montar. Estaban horribles pero según él no importaba ya que veníamos sin carga. Otro viejo amigo de la familia me "prestó" uno de sus choferes para hacer la travesía.
Partimos antes del alba del 17 de junio Eduardo, Carmen mi mujer, Alejandro "Pipe" y yo a Talca a buscar el camión, con las ruedas, una caja de herramientas, las ruedas de la Mitsubishi guateadas por el sobrepeso y los dedos cruzados para que el camión pudiera llegar de vuelta a San Felipe. En Curicó pasamos a recoger al chofer y nos metió conversa, como buen camionero viejo, hasta que llegamos donde el camión.
Alejandro era el más contento cuando llegamos, tanto porque él estaba muy entusiasmado con el proyecto como porque estabamos muy apretados en la Mitsubishi.
Había seguido lloviendo, el sitio era un barrial, el camión no estaba montado completamente sobre troncos, tenía un mal presentimiento, y el chasis y la caja ahora expuestos dejaban ver más claramente la mugre de los siglos que llevaban encima.