Saqué el motor y el ventilador y limpié todo lo mejor que pude. Desarmé la válvula de Repuesto, que también estaba pegada, y asumí que la única razón del pegoteo era que el óxido de los siglos había trancado ambos mecanismos así que desarmé la de la Merkabah también, la limpié y lubriqué. Rearmar la cosa, que no estaba hecha para desarmarse, no fue muy fácil y esperaba que no filtrara una vez estuviera en su lugar. Ya solo podía cruzar los dedos.
Como era inútil acumular todos esos productos aislantes por ahí si nadie terminaba de limpiar la cabina por debajo, me di a la tarea de preparar el túnel y el aspecto inferior del piso para poder tratarlo y pintarlo. No era ninguna delicia estar allá abajo, alternando entre papel de lija, esmeril, gratas metálicas y varios fierritos, poniendo mi columna lumbar y el cuello bajo stress por varias horas.
En esos días tuvimos un muy mal pasar en la casa. RunRun, el gatito nuevo, enfermó y murió de una infección respiratoria fulminante a pesar de todos los esfuerzos de los de la clínica veterinaria. Carmen quedó destrozada y yo también me sentí muy afectado. Es increíble el cómo estos pequeños peludos se agarran de tu corazón y le dejan marcas muy pero muy profundas. Otros siete perros y cuatro gatos nos ayudaron a sobrellevar la pena.
Cuando llegó otro fin de semana, después de casi un mes sin trabajar en la Merkabah los sábados con Edie por diversas razones, instalamos las piezas frontales que iban sobre la parrilla para tener una referencia más clara de las curvas del diseño. Edie estuvo todo el día esculpiendo con masilla y yo de tanto en tanto me daba una vuelta para lijar también hasta que ambos estuvimos satisfechos.
Mientras Edie trabajaba en el frente, yo seguí con el fondo de la cabina. Cristo! Era muy aburrido y pesado, especialmente para los hombros. Cuando ya estuve harto, al menos por ese día, taladré la chapa e hice un par de hoyos para poder desabollar el machucón de la parte derecha que había sido tapado sin mucho caso en algún momento de la historia. Luego, tapé los hoyos con un poco de soldadura y Edie haría el resto usando su magia.
Al final, el viejito ecuatoriano hizo un muy buen trabajo y el molde quedó bastante bien. Solo requería de una línea adecuada a seguir.
