Fuera la calavera, otra vez, y un vano intento de suavizar la superficie de la pista con lija # 400 fue todo lo atiné a hacer antes de llamar a Eduardo para que pasara a darse una vuelta por allí camino a casa.
El veredicto fue breve, contundente pero claramente esperado: habría que cambiar las pistas, especialmente la derecha, que fue la que fugó y provocó que las balatas se impregnaran de aceite y el camioncito frenara con chanfle o no frenara para nada.
La pista del rodamiento y el rodamiento mismo estaban buenos, aunque había signos de que ya alguien había andado por ahí.
Ese fue el adiós a mis ganas de armar algo más en domingo y el necesario raspacacho por violar lo establecido previamente para las actividades del fin de semana. Orden, limpieza, cambio de ropa y a almorzar gnocchi rellenos con salsa nogada para pasar la pena y combatir la frustración.
Hice una serie de intentos telefónicos y por internet para conseguir las piezas faltantes pero no logré concretar nada a la distancia así es que aproveché una tarde libre a media semana y partí a Santiago a conversar directamente con los proveedores a ver si podía sacar algo en limpio. Y, naturalmente, me fue más o menos.
Pasé en primer lugar a dar una mirada en persona y a toquetear los paneles a la fábrica de los hermanos Casale. La verdad es que la calidad de los mismos era espectacular y me dio un poco de lata saber que estaban allí y que no podría empezar con esa parte del proyecto hasta que solucionase lo del camión y lo echase a andar en primer lugar, y parecía que cada vez se hacía más y más difícil.
Y bueno, como todo en el camioncito, los rodamientos eran especiales y escasos, y no estaban en ninguna parte. SKF Chile los iba a traer, me dijo un distribuidor, pero no hasta noviembre, y las pistas no las tenía nadie y había que fabricarlas o encargarlas afuera. Las piezas más pequeñas del pivote del muñón de dirección tampoco estaban en stock y habría que encargarlas a Alemania, a precio de distribuidor Mercedes como se entenderá.
Es así que el panorama no era muy alentador, pero al menos conseguí la arandela dentada y los retenes apropiados que faltaban.
Volví entonces al taller a desempolvar más piezas del cubo reductor para estar seguro de que todo estaba allí y prepararlo para que no faltara nada en el momento del armado. Encontré los repuestos de los retenes de los ejes de levas de frenos delanteros y los instalé en las calaveras. Luego agarré las zapatas de freno y como estaban realmente sucias las limpié y dejé lo más presentables posible pero decidí que no me iba a dar la lata de limpiarlas hasta el hueso y pintarlas. Ya no tenía mucho sentido y francamente no tenía mucha paciencia, esta vez.
