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Antiguo 12-10-2015, 00:23:03   #1465
pairospam
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Predeterminado Re: Merkabah: de tolva a motorhome

Y bueno… la cosa es que la semana que siguió fue de mucho trabajo regular así es que solo pude pegarme una escapada poca a pedirle a Verardo que me hiciera las pastillas de pivote con las medidas que había tomado para poder ajustar los muñones de dirección. Pimentel quedó en hacerlas de nuevo y cementarlas para un par de días después y yo me volví al trabajo tranquilo y contento. Bueno… casi.

Al salir, un par de días después, pasé a buscar las golillas y las probé tan pronto pude. Naturalmente las medidas no eran las correctas pero al menos podía aproximarme mejor ya que faltaba reducir a ambos lados algunas décimas. Se modificó entonces la golilla más gruesa en el torno y la más fina, y que requería de menos ajuste, la iba a modificar yo a punta de lija. Así es cómo volví al taller y puse manos a la obra apenas me fue posible.



Las pastillas de pivote se veían bien, pero al volver a probarlas la medida no daba exacta. Hmm… Agarré el papel de lija, la gasolina, y a lijar no más. Estuve un buen rato en eso, probando, desarmando de nuevo y lijando otro poco, hasta que ambos brazos del muñón de dirección estuvieron ajustados y listos. Bien. Me preparé y preparé las pistas para arreglarlas como había quedado de hacer, con el acero líquido… y entonces me va agarrando Eduardo, mi cuñado.




Para hacer el cuento corto, me llamó la atención severamente, como a un colegial, y me mostró que estaba cometiendo una gran estupidez, que el trabajo que me había dado hasta ahora se iba a perder haciendo arreglos chantas, que las piezas torneadas no estaban correctamente cementadas, que el acero líquido, que las pistas, que el aceite, que la presión, que el rodado, que el desgaste, que la fuga segura, que la gran cagada, y todo por apurarse… a estas alturas. No en mi taller, sentenció finalmente. Obviamente tenía toda la razón, me gustase o no, así es que, en conclusión, todo para afuera y venga todo nuevo.

Salí de la oficina, cabreado pero agradecido, recordando un poco la pregunta de Hilux y su posible trasfondo, y desarmé de nuevo todo para extraer las pastillas de pivote y las golillas del pasador, otra vez. Llamé al Maestro Chaleco quien se apareció después de almuerzo con su carga de experiencia en estas cosas, su mano gruesa pero amiga y una sonrisa sin rastro de crítica. Usando el que fuera su antiguo equipo de oxígeno le dio una calentada precisa a las piezas basada en su color y luego las templamos en aceite bajo la mirada inquisidora de Eduardo. No había necesidad de agregar carbono o alguna otra cosa especial según él, y confiamos en lo que nos dijo.




Luego nos pasamos adonde reposaba la Merkabah y a golpes salió el gran rodamiento el que, naturalmente, cagó. En seguida, con el más humilde soplete a gas, Chaleco calentó la famosa pista para empezar a pensar en sacarla, pero no dio señas de querer moverse. El maestro fue a su casa a buscar un cincel especial y yo me quedé dándole vueltas al asunto. Agarré el esmeril angular y le hice una muesca a la pista y luego la calenté de nuevo hasta casi los 100 °C (el método del escupito), luego le di con el cincel hasta que empezó a rotar y entonces, de a poco, la empujé hasta que salió. Bien.



Me cambié de lado y saqué sin mayor esfuerzo el rodamiento, lo que no me gustó mucho pero me facilitó la tarea. Calenté también la pista pero esta vez no usé el esmeril y le di con el cincel directamente hasta soltarla un poco. Chaleco llegó con su cincel de oro a darle los últimos toques antes de que saliera del todo, con un lamento o con un suspiro de alivio, aún no lo sé realmente.

A mis ojos y a los de Chaleco tanto el rodamiento que se extrajo sin traumatismos como la cubeta respectiva no estaban malos, pero Eduardo señaló un desgaste poco aquí y otro poco allá: p’afuera, sin discusión. En seguida Chalequito soldó un par de fierros a las cubetas y a martillazos las sacó de una pieza, no sin algo de pelea.




Al final terminamos con dos cubetas, dos rodamientos cónicos y dos pistas inservibles. Ya no había vuelta atrás y era solo cosa de esperar a encontrar los repuestos o a que alguien los fabricara.



Volví a colocar las piezas de pivote de ambos muñones de dirección y les di a los brazos el torque requerido; todo bien. Fui a buscar la barra de acople de la dirección que estaba colgada del techo en el ático y estuve un buen rato batallando con los terminales nuevos ya que el óxido, la mugre y algo de pintura trancaban el giro de los mismos. Toda una lata. Una vez entraban sin problemas alineé los muñones en forma artesanal pero relativamente precisa y traté de colocar la barra. Naturalmente, me faltó el típico y clásico maldito cuarto de vuelta para poder dejarlo todo ajustado. Saqué los terminales y les amputé sencillamente las puntas para que no jodieran. Los volví a poner y ya no hubo drama. Una vez andando, obviamente, tendrían su pasada por el servicio de alineamiento.


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