Cuando volvíamos, ya de noche, pasamos a saludar a la veterinaria que hacía de coordinadora de los esfuerzos, Mariana, a la que solo conocía por teléfono. Estaba curando a un gatito sobreviviente de uno de los incendios de Constitución donde se quemaron muchas casas. Era ya tarde y estaba ahí sola, dándole todo su cariño al pequeño animal. Eso es amor, gente.
De vuelta en casa, las temperaturas no mostraban ninguna piedad haciendo muy poco grato el trabajo en el taller, pero… la vida es dura. Carmen, por su lado, adoptó un pequeño gato encontrado en la calle con una horrible infección ocular. Lo tomó y lo cuidó como a un bebé, como hicimos con Regalo hacía un tiempo atrás.
Retomando la restauración de las piezas de la cabina, que parecía que iba a estar lista en un futuro cercano, agarré los bloqueos de los amortiguadores traseros de la cabina y empecé a trabajar en ellos.
El camión de Leo recibió también un poco de cariño de parte de la gente del taller y Eduardo hizo cambio de aceites, fluidos varios, filtros y otras mejoras muy agradecidas por los suizos. Desgraciadamente partieron con dirección norte y no tuvimos mucho tiempo para compartir.
Uno de los desafíos era el de instalar el pesado compresor del AC. No había un lugar firme de dónde anclarse así que habría que suspenderlos de varios pernos que afirmaban el carter del V8. Probablemente le dejaría la pega a Maestro Chaleco, y afortunadamente tenía aún el carter del motor de Repuesto para que tomase todas las medidas y construyera más cómodo sin necesidad de tener que reptar bajo el chasis todo el tiempo. Ya veríamos.
Terminé de limpiar e imprimar una serie de piezas y pinté lo que estaba listo. Empezaba a llenarse de nuevo de partes y piezas listas para rearmar.
