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Un desastre y una lata manejar las piezas todas embadurnadas tratando de no quedar todo untado. La mugre que se había acumulado gracias al pegote del aceite era descomunal y pasé largo rato limpiando un poco para poder identificar las tuercas y pernos para poder continuar desarmando.

Al día siguiente volví a San Bernardo a la desarmaduría bendita pero no encontré ningún tensor igual al que me había llevado ni otro igual al que necesitaba reemplazar por lo que lo siguiente era pasar al plan C. También busqué, en forma infructuosa, una hoja de resorte similar a la hoja madre rota entre los cientos de paquetes de resortes esparcidos por el suelo. Solo encontré una hoja que era un milímetro más delgada y no quise llevarla. Por supuesto ni siquiera pregunté por el precio para no sufrir un infarto prematuramente. Ah!... y no vi ningún avestruz.

De vuelta a la civilización de Santiasco pasé a comprar los pulmones de freno en la conocida tienda y me traje los más parecidos a la muestra que el vendedor me encontró. El único problema era que el vástago era más grueso que el de los tarros originales, pero aún así me llevé los tres que tenían en stock. Aproveché de ver un modelo de pulmón de suspensión que resultaba bastante interesante pero con medidas que le quedaban chicas a las pretensiones de la Merkabah por lo que decidí esperar y buscar en forma dirigida unos pulmones que fueran más aptos. Pasé más tarde a buscar el cuarto pulmón de freno a la otra sede del negocio en General Velásquez.

Luego crucé la Alameda de las Delicias, así dicen que se llamaba otrora la porquería llena de micros, tacos, ruido y humo que es hoy la Alameda, y pregunté en una sucursal del representante oficial de Mercedes por los retenes y empaquetaduras de los balancines del paquete de resortes y pasé a comprar pernitos y otras cosas que faltaban a otros boliches cercanos.

Al final terminé en Pajaritos y aún así tuve que esperar a que llegaran los famosos retenes y empaquetaduras de quién cresta sabe dónde. En fin, llegué de vuelta a San Felipe a la hora del culo y luego de andar como quinientos kilómetros con lo que se suponía que necesitaba.

Al día siguiente la típica discusión para elegir la mejor opción para adaptar la mano del pulmón de freno original al vástago más grueso del tarro y el trabajo se le encargó a Chaleco ya que yo tenía otras cosas que hacer. Se compraron las cosas y apenas se le entregaron él se puso a cortar y a soldar como loco.

El plan C de los tensores de la suspensión consistía en cortar los tensores con las manos abolladas y hacer de dos uno que se soldaría a la misma longitud del tensor adquirido en la desarmaduría, unos 15 milímetros más largo lo que no tendría ninguna importancia desde cualquier punto de vista dinámico. El plan A era buscar un tensor igual al encontrado antes, y el plan B era buscar un tensor igual al original.