Tuve que elegir y decidí no remover las molduras de plástico para pintar ya que hubiese tomado mucho tiempo y no estaba claro del resultado final a la hora de volver a pegarlas con los elementos disponibles. No señor… a enmascarar pues. Preparamos las piezas montadas y Edie se encargó de aquellas que estaban sueltas mientras yo enmascaraba las áreas a proteger de la pintura. Fue un tarea lenta y ardua, obsesivo como soy y siempre crítico de trabajos de pintura hechos al cuete. Me tomó mucho más tiempo del que creía enmascarar el Montero. Edie me ayudó pero finalmente se fue y me quedé hasta mucho más tarde y no pude terminar el trabajo porque se me acabó la cinta de enmascarar.
Volví a la mañana siguiente y terminé la pega y pinté finalmente las famosas molduras con la pintura metálica y luego apliqué una mano de laca. Fue mi primer trabajo de pintura fuera del ámbito de la Merkabah, y la verdad es que no me quedó tan mal. A las 2:30 de la tarde me fui del taller e invité a Carmen a almorzar afuera y luego hicimos un tour por los pequeños caminos del valle del Aconcagua hasta que se hizo tarde.
Al lunes siguiente retiré la cinta de enmascarar y el papel para ver bien el 4x4 parcialmente pintado. Había claramente algunas imperfecciones, por supuesto, y sobre todo dadas las condiciones del lugar donde estaba pintando, pero nada que un poco de lija 1500 y una buena pulida no pudieran arreglar. Puse todos los paneles y cubiertas en su sitio y limpié el interior del Montero para que Alejandro lo lavara, pero no alcancé a pintar las piezas blancas.
Una vez que lo hice, sin embargo, casi se me cayó el culo cuando la pintura blanca se reveló mucho más crema que la pintura original. Por fortuna y luego de un par de días los colores se igualaron y la pintura antigua pasó a tener, en comparación, un tono más crema que la nueva. Como la cosa no era muy grave me encojí de hombros y no pasó de allí.
Antes de partir de vacaciones hubo tiempo de trabajar un fin de semana más en la Merkabah y Edie siguió con el eterno arreglo del techo de la cabina mientras que yo limpié la parte de atrás, la pared. Una vez todos los rincones estuvieron libres de pintura vieja y óxido apliqué unas manos de washprimer para prevenir que se oxidara, de nuevo, durante las vacaciones. También trabajé en la parrilla frontal, tratando de hacer lo posible para darle forma a la cosa. Había sido reparada, y probablemente más de una vez, por allá en el inicio de los tiempos, y las cicatrices asomaban por doquier.
Tenía que cambiar las bisagras ya que obviamente sus mejores años ya habían pasado y hubiese sido más difícil tratar de repararlas. Simplemente corté las encontré en mejor estado de los tres y reemplacé con esas la de la parrilla elegida para continuar en la Merkabah. Pronto se hizo tarde y después de guardar las herramientas en su sitio me fui a casa a preparar las cosas para el viaje del día siguiente.
