Continué reorganizando el espacio de trabajo, en lo que me entretuve un buen rato vaciando y llenando cajas con partes y piezas para mostrar a los inspectores que estaban tratando con un buen ciudadano. Erigí de nuevo los muros de cajas y puse las piezas grandes tan lejos o tan debajo del chasis como pude para despejar el entorno del camión. Luché denodadamente contra amenazadoras y enormes arañas y contra toneladas de mugre y polvo.
Otra novedad fue que decidí buscar ayuda, si no, terminaría con suerte el 2026. Contraté entonces a Don Edison, un pequeño pero energético hombre del Ecuador que trabajaba como mecánico con Eduardo en el taller pero que tenía predilección por la desabolladura y la pintura y el trabajo en fibra de vidrio. Me ayudaría los fines de semana.
A la mañana siguiente nos reunimos algo temprano para ser sábado y nos dedicamos a trabajar los tapabarros, lo que sería nuestro primer empeño. Estaban en mal estado, como recordarán, y Edison los machacó duramente. Cuando las piezas lo requerían yo soldaba con la MIG las porciones rotas o rodadas de la chapa y luego las afinaba con el esmeril angular para dejarlas más o menos listas para el trabajo de enmasillado.
Entre suelda y suelda, construí un soporte decente para mantener la cabina inclinada en forma segura. Usé un par de fierros que recogí de cajas de desechos y también una cansada y gastada grata de copa cual cabeza del soporte. Resultó bastante bien para mí, a pesar de haber sido hecho con basura.
Nos pasamos la mañana entera arreglando los tapabarros. Los llevaría luego a arenar al famoso lugar de arenado en las afueras de San Felipe. Sí… lo sé… pero no tenía ni ganas ni tiempo de hacerlo yo en el taller, y los inspectores podían presentarse en cualquier momento.
Después de una breve pausa para el almuerzo nos fuimos ambos a la pisadera del lado del piloto. Después de aplicar un poco de fuerza mecánica con la gata para enderezarla yo tomé el escalón oscilante y Edi la caja-escalón. Sucesivamente la tuvo que desarmar para poder desabollarla mejor, como yo hice con la pisadera contralateral en su momento.
Desabollé y reparé la bendita pisadera superior, solo para encontrar después que la que había guardado del nunca bien ponderado Repuesto estaba en mucho mejor forma, y estaba allí, esperando para reemplazarla desde hacía un par de años.
La pisadera inferior ya había sido reparada en forma pesada y fea y le habían agregado placas y fierros de construcción soldadas a macho a la placa perforada de base. Los pasadores eran historia y los tristes sucedáneos ocupaban sus lugares.